De chicos, en una noche como la de hoy en el interior del país, los primos se sentaban en el portal de la casa de los abuelos a contar historias de miedo, mientras que en la ciudad los jóvenes cambian los portales por las discotecas, donde reinan la libertad, el baile y los concursos de disfraces.
Sobre el tema, el diácono Antonio Rodríguez dijo: "Nosotros en el proceso de evangelización vemos que el mal, que se da desde el principio del mundo, se hace presente siempre, afirmando que el Halloween es un eco del mal, bien rescatado por la comercialización".
Rodríguez recordó que la fiesta no pertenece a nuestra cultura y es una manera de irrumpir el principio del bien, evocar el mal e irrespetar a las otras culturas.
Por su parte, Marcela Tejo o maestra Kanda, "palera", quien se dedica a realizar diferentes rituales de manera callejera o a domicilio por el sector de la Peatonal, comentó que para esta época siempre hay que tener cuidado porque algunas personas se dedican a hacer lo que llaman "entierros" con sus muñecos y brujerías, porque durante la fecha y hasta el Día de los Difuntos hay en el ambiente mucha carga de energía y de magia.
Se dice que la noche de Halloween la puerta que separaba el mundo de los vivos del más allá se abría y los espíritus de los difuntos hacían una procesión en los pueblos en los que vivían, relató Kanda, pero que queda a criterio de cada personas, según su religión, creer o no.
No se deberían adoptar fiestas paganas que muchas veces quienes las celebran no saben su significado o trascendencia, esos días se debe orar.
Esta fiesta de macabras raíces, ahora es motivo de celebración de los infantes, quienes en su inocencia usan un disfraz.